Hace pocos días tuve la suerte de poder visitar la plataforma logística de la empresa DIA situada en Arroyomolinos (Madrid). Nunca había visitado una y quedé gratamente sorprendido. La primera imagen de la visita, desde una pasarela situada en altura, es sencillamente espectacular. El movimiento de mercancía a ritmo vertiginoso y la precisión con la que se transportan los productos en las diferentes carretillas dentro de la plataforma, recuerda a una coreografía perfectamente sincronizada como si de un espectáculo de El Circo del Sol se tratara.
La plataforma de DIA en Arroyomolinos es una de las 18 que la empresa tiene en España, y cuenta con 19.000 m2 de superficie y presta servicio a diario a las casi 200 tiendas situadas en la parte oeste de la Comunidad de Madrid, así como zonas de Ávila, Segovia y Toledo. Trabajan aproximadamente 200 personas, las cuales gestionan alrededor de 3000 referencias distintas de las que 1700 son de alta rotación (el 95% de los bultos) provenientes de un número incalculable de proveedores con los que el departamento de compras trabaja constantemente. Los pedidos que se envían a las tiendas son diarios en la mayoría de los casos. Sólo en pocas tiendas con menos rotación se envían pedidos cada dos días. El nivel de sincronización es muy alto para conseguir buenos niveles de eficiencia y productividad.
La plataforma cuenta también con un laboratorio de control de calidad que realiza análisis periódicos, sobre todo de productos de marca propia. Destaca igualmente el uso de picking por voz (Voice Picking), una tecnología de reconocimiento vocal a través del cual el operario transmite las órdenes mediante la voz a un terminal informático en la preparación de pedidos. Este punto clave de la distribución agroalimentaria es muy poco conocido por parte de los consumidores. En mi opinión, estas instalaciones deberían abrirse con más frecuencia para que los clientes valoraran en mayor medida el trabajo que hay detrás de ese producto que encontramos permanentemente en el lineal de nuestro supermercado.
Como recién nacido que no “da guerra” a sus padres y se cría entre varios hermanos que monopolizan su atención, se publicó finalmente en el BOE el pasado 3 de agosto el texto de la nueva Ley 13/2013, de fomento de la integración de cooperativas y de otras entidades asociativas de carácter agroalimentario. Su aprobación en periodo estival y, sobre todo, su coincidencia en el tiempo de tramitación parlamentaria de la Ley de la cadena alimentaria, han hecho que esta importante Ley, haya pasado casi desapercibida.
Esta iniciativa legal forma parte de las reivindicaciones históricas de las cooperativas agroalimentarias, y es un pilar básico dentro de una estrategia más general para alinear a las cooperativas y a sus dirigentes en el objetivo de incrementar el tamaño de las cooperativas de forma ordenada, para ganar peso y relevancia en el mercado y competir así de forma más eficiente. Para ello, se crea la figura de entidad asociativa prioritaria de carácter supra-autonómico a la que se otorga la posibilidad de recibir determinados apoyos prioritarios para posibles procesos de integración, fusión, etc.
El proceso de desregulación de los mercados desarrollado de forma paulatina en las distintas reformas de la Política Agraria Común europea para cumplir con los acuerdos de la OMC, exige estructuras de producción y comercialización muy diferentes a las que existían en épocas donde los precios venían regulados en el BOE. Las cooperativas agroalimentarias no se han adaptado a estos cambios al ritmo deseado en nuestro país (no así en algunos países del norte de Europa), y la mayor parte de ellas tienen que competir en mercados cada vez más globalizados y exigentes, para lo que necesitan tener un tamaño y una estructura adecuada.
Desde mi punto de vista, la Ley no es más que una declaración de intenciones. El éxito de la misma reside en que, los responsables de estos temas en las Comunidades Autónomas, que tiene competencias en la distribución de los fondos de desarrollo rural, “se crean” esta Ley, tengan una visión inteligente de la magnitud del problema, y pongan a disposición de los procesos de integración y fusión de cooperativas de diferentes Comunidades Autónomas los recursos económicos, materiales y humanos necesarios, aunque se trate de cooperativas de diferentes CCAAs. Este ejercicio de responsabilidad han de desarrollarlo también los actuales gerentes de muchas cooperativas. Muchas de ellas se hacen entre sí una competencia local en ámbitos muy pequeños que no lleva a ningún sitio, y carecen de una visión verdaderamente empresarial. Espero y deseo que esta Ley sirva de acicate para que, por fin, estas estructuras desarrolladas por los propios agricultores para la comercialización de sus productos, ocupen en el futuro un lugar mucho más relevante que el actual en la cadena alimentaria.
El sector ganadero lácteo en España enfrenta desde hace algunos años grandes dificultades económicas. A los más que frecuentes incrementos de precios de las materias primas agrícolas, se une desde hace algunos años un irregular funcionamiento de la cadena de valor de los distintos productos agroalimentarios. Esta situación sin precedentes de altos precios de la alimentación animal y de presión de precios a la baja por parte de agentes con mayor poder de negociación en la cadena, ponen en jaque el futuro de un sector de gran importancia y tradición en nuestro país. El desafío al que se enfrenta el sector ganadero español es muy grande. En la actualidad, no existe correlación alguna entre los precios de los productos ganaderos en España y los precios de los piensos.
Utilizando los estudios de costes agrarios de las explotaciones de vacuno de leche realizados anualmente por el MAGRAMA en base a los datos recogidos en 812 explotaciones y estimando los relativos a los años 2011 y 2012 con la información existente (boletín de precios pagados por los agricultores del MAGRAMA y Milk Management Committee Statistics de la DG AGRI – CIRCA Database), se puede observar que el ratio gastos/ingresos de las explotaciones analizadas viene incrementándose de forma notable durante los últimos años. Mientras que en 2001 los gastos de las explotaciones lecheras representaban 2/3 de los ingresos, en la actualidad se ha superado claramente el 100% en todas las regiones donde se produce leche en España. Durante 2012, debido al gran incremento de los costes de producción (sobre todo de la alimentación animal) y a la reducción de los precios de venta de la leche cruda, los gastos han sido de media, un 15,4% superiores a los ingresos. Independientemente de las cifras concretas, se puede comprobar en la siguiente tabla que los últimos 4 años han sido nefastos para la rentabilidad de las explotaciones de vacuno de leche en nuestro país, siendo especialmente delicados los resultados económicos de los dos últimos, donde los gastos han superado ampliamente a los ingresos en todas las regiones productoras y en la mayor parte de las explotaciones del estudio.
El sector lácteo español se encuentra en una profunda crisis consecuencia directa de la no remuneración de los costes de producción del sector por parte del mercado. La situación por la que está atravesando el sector es dramática, ya que nunca antes había habido menos diferencia entre los ingresos brutos y los costes de explotación del sector. Los ganaderos, incapaces de repercutir los importantes incrementos de los costes de producción al precio de la leche que les compran las industrias, están siendo los más afectados, viendo como la cuenta de resultados de sus explotaciones se viene erosionando de forma grave en los últimos años. Incluso industrias lácteas nada sospechosas de no tener una dimensión adecuada como PASCUAL anuncian últimamente su salida al extranjero por considerar que el mercado interno no les responde (curioso teniendo en cuenta que somos un país deficitario en leche que sólo produce dos terceras partes de lo que consume). No se está teniendo visión estratégica y de futuro en este sector y pronto nos arrepentiremos. En las condiciones actuales, es muy difícil seguir produciendo leche en España.
Con motivo de la celebración de la feria Fruit Attraction, ANOVE y FEPEX me encargaron la realización de una ponencia sobre las últimas tendencias en el consumo de frutas y hortalizas. A continuación, detallo todas aquellas que comenté en dicha intervención.
Según el MAGRAMA, en 2015, la compra de productos frescos se realizó en supermercados en un 45%, frente al 30% del 2002.
Se observa un incremento de parejas jóvenes que buscan productos saludables, de calidad, fáciles de preparar y a buen precio.
Son los atributos que empujan al consumo de frutas y hortalizas. No se debe olvidar dar prioridad a la madurez de los productos (listos para el consumo), el sabor y la facilidad de consumo y preparación.
El consumo de frutas y verduras está relacionado con un concepto saludable de la vida que incluye una “vuelta a lo natural”.
El incremento de unidades familiares pequeñas y de hogares unipersonales hace que la tendencia al mono-consumo esté en alza. Ya no se compra por kilos sino por piezas y esto hace que se dé prioridad a la venta por piezas. Un ejemplo es que el 85% de las ventas de sandía es por mitades.
En coherencia con la búsqueda de una vida sana y medioambientalmente sostenible, el consumidor exige un packaging reducido y reciclable.
El nuevo consumidor tiene poco tiempo para cocinar, por lo tanto, se inclina por la rapidez en el consumo con productos preparados (sopas) y de 4ª (hortalizas y frutas frescas limpias, troceadas y envasadas para su consumo) y 5ª gama (ya procesadas y preparados para el consumo inmediato).
Una tendencia en alza con un aumento de la penetración de productos como la quinoa, el tofu o embutidos vegetales.
El nuevo consumidor llega al supermercado con toda la información necesaria para hacer su compra.
La experiencia de compra en la tienda es importante ante la variedad de estímulos que ayudan al consumidor a tomar decisiones, sobre todo relacionadas con la compra de alimentos frescos. Pero, junto a ella, la digitalización es un valor en alza, con un crecimiento en cuanto a penetración del 8% en 2004 al 42% en 2015, según el último estudio del BBVA.